“Las mejores decisiones se toman en el último minuto”, es una frase que se está utilizando actualmente al momento de tomar decisiones. Según Frank Partnoy, las personas deben aprender a “procrastinar” aunque muy bien sabemos que siempre nos han enseñado que no debemos dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Sin embargo, una nueva corriente afirma que saber esperar hasta el último minuto, puede aumentar las probabilidades de éxito en la toma de decisiones, por ejemplo, último estudios revelan que los deportistas exitosos enfocados al tenis saben procrastinar mejor que su contrincante para dirigir el balón a un punto ciego, para eso, toman cincuenta (50) milisegundos más.
Básicamente todo depende del tiempo que exija el reto. Por eso lo primero que se debe preguntar es cuánto tiempo tomará hacerlo y cuánto plazo hay para cumplir la tarea. Lo segundo es demorar la respuesta hasta el último momento. Si se tiene solo una hora, hay que esperar hasta el minuto 59; si se tiene un año, hay que tomarse, sin remordimiento, 364 días; si solo se tiene un segundo, la mejor decisión se da cuando queden unas milésimas de segundo.
Darse un tiempo ayuda a tomar decisiones más objetivas debido a que las personas tienen sesgos. En un estudio publicado en el Journal of Internal Medicine, en 2007, se encontró que algunos médicos eran proclives a prescribir tratamientos menos agresivos a pacientes afroamericanos. “Muchos no se consideran racistas pero las decisiones que tomaron impulsivamente los llevó a tratar a algunos de manera diferente”. En cambio, los que analizaron la situación y descifraron que el estudio podría estar enfocado en determinar si ellos tenían prejuicios raciales, trataron a todos sus pacientes de igual forma. Algo parecido sucede en los sitios web para conocer pareja, donde la gente rechaza posibles candidatos con solo ver su foto. Partnoy da el ejemplo de It’s just lunch, un portal que aconseja a sus clientes evitar las decisiones rápidas y, a cambio, sugiere salir a almorzar con sus potenciales parejas antes de descalificarlas o aprobarlas.
Demorarse ayuda en asuntos personales como pedir perdón. A la gente se le educa para excusarse inmediatamente después de una falta, y eso funciona si se trata de una situación menor. Pero los estudios científicos señalan que en temas más graves, como una infidelidad, las excusas son más efectivas si se espera pues “hay que darle tiempo al ofendido de procesar la información sobre lo que pasó”.
Todo el mundo procrastina porque siempre habrá cosas para hacer que pueden aplazar. Pero mientras para los griegos esta práctica era bien vista, hoy todos se sienten culpables al aplicarla. Partnoy explica que postergar se empezó a ver mal en 1970, cuando Peter Drucker y otros expertos en administración reforzaron la importancia de hacer las cosas ahora para ser más eficientes.
Sin embargo, Partnoy ha encontrado que hacerlo es bueno cuando el tiempo de tardanza se administra bien. En el ejemplo del estudiante que espera al último minuto para hacer un trabajo, la clave es entender cuán rápido puede hacerlo. “Si le toma cuatro días, empezar a estudiar dos días antes de la entrega es esperar demasiado”, explica.
La psicología diferencia entre procrastinación pasiva, que implica no hacer nada, y la activa, cuando alguien deja de hacer algo para ocuparse de un asunto prioritario. “La pregunta no es si estamos procrastinando sino si lo estamos haciendo bien. No todos los ‘emails’ requieren de una respuesta inmediata, no todos los clósets se deben limpiar todos los días”, dice. Y una manera de saberlo es preguntarse si los beneficios de postergar una tarea son mayores que sus costos. Partnoy, quien como buen académico se considera un procrastinador, recuerda que su mamá un día le pidió que arreglara su cama antes de irse para el colegio, porque alguien iba venir a las seis de la tarde y no quería que su cuarto estuviera en desorden. Como sabía que le tomaría un minuto hacerla, Partnoy esperó a que fueran las 5 y 59 para ocuparse del asunto.
John Perry, un profesor de Filosofía de Stanford University, quien en 1996 estableció el concepto de procrastinación estructurada, cree que quienes la ejercen postergan actividades porque no tienen motivación suficiente para hacerlas. Para evitar eso sugiere hacer una lista encabezada por cosas importantes, que seguramente no querrá hacer y postergará, seguidas de otras no tan importantes que también debe hacer. Los procrastinadores cometen el error de minimizar sus obligaciones pues creen que si tienen pocas cosas que hacer, se ocuparán de lo importante. En la práctica terminan de brazos cruzados.
Autor: Diego A. Carrillo Abanto Estudiante en Comunicación & Marketing. Enfocándome en la administración de procesos, logística de procesos y optimización de la línea de producción. |